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El señor Asperger y yo: 'Un extranjero en su mente' [Crónica]

  • Foto del escritor: Laura Espinoza
    Laura Espinoza
  • 7 dic 2018
  • 5 Min. de lectura

Muchas veces es difícil entender cómo piensa un niño o adolescente con el Síndrome de Asperger, Julio Vergara es un chico que padece de este trastorno.



Julio Vergara llevaba más de veinte minutos mirando al techo del salón de clases, haciendo quién sabe qué, yo lo observaba detenidamente, como perro a un pedazo de carne a lo lejos, pero me incomodaba que creyera que lo estaba hostigando. Por suerte nunca lo notó.


Todos los del salón lo dejan de lado. Me daba mucha curiosidad saber qué es lo que pasaba por su cabeza, pues su comportamiento no era como el de los demás y no hablaba con nadie, sólo con los profesores o gente mayor. Se la pasaba leyendo todo tipo de libros, de historia, animes pornográficos, problemas del mundo y muchos otros temas que eran de su interés. A mi parecer, a muy pocos adolescentes les atraía estudiar lo que no estaba incluido en el sílabo del colegio.


Logré tener el valor para acercarme lentamente y tratar de socializar con él para que no estuviera solo. Noté que se puso muy nervioso, comenzó a mover lentamente la pierna derecha y no me miraba a los ojos. Comenzamos a hablar de temas como, las notas del colegio y los quinceañeros que se aproximaban. No le gustaban las fiestas, ni el ruido, ni la gente que se acercaba mucho a él; definitivamente, no le agrado, pensé inmediatamente. La profesora finalmente entró y yo me fui a mi sitio.


En eso, él comenzó a gritar horrorosamente, porque el bullicio de nuestros compañeros conversando le fastidiaba excesivamente; todos nos asustamos, la profesora no tenía idea de lo que le pasaba ni que es lo que tenía que hacer, solo optó con decirle que se fuera del salón a la enfermería. Él obedeció, y muy apenado salió del salón.


Coincidentemente, al siguiente día, teníamos un paseo escolar para pasar dos noches en el campo. Julio estaba con sus amigos del colegio, pero ellos no le hacían caso alguno y solo intervenía con risas tímidas. Llegamos a nuestro destino y todos nos acomodamos en los cuartos; por un lado, mujeres y por el otro, los hombres, respectivamente. Él agarró su mochila y se metió al cuarto de las mujeres.


— Julio vete, porque no me voy a cambiar enfrente tuyo — exclamó Nadia, quién era poco tolerante con él.


— Me siento más cómodo estando aquí con ustedes — respondió.


— Por favor, necesitamos que te vayas con los demás hombres — respondí de la mejor manera posible.


— No me voy a ir, si quieren me tapo los ojos cuando se cambien — exclamó.


Así fue por más de una hora, Julio ya se había acomodado en nuestro cuarto y tuvimos que llamar a un profesor para que lo sacara. Al final, invertimos cuartos con los hombres, pero él ya estaba moviendo sus cosas, para volver a estar con nosotras y nadie entendía el por qué de su comportamiento. Hicimos varias actividades de inclusión para que él se sintiera más querido dentro de la promoción y poco a poco se fue soltando, le preguntamos por qué se comportaba así y él solo respondió, que no se daba cuenta, de la razón porque se sentía un extranjero dentro de un grupo de adolescentes que se comportaban muy distinto a él.


Finalmente, llegamos al colegio de nuevo y Julio comenzó a hablar mucho más, con aquellas personas que conocía ya hace bastante tiempo, desde inicial y viendo que estaba más suelto, los chicos de la promoción comenzaron a compartir con él e invitarlo a más reuniones.


Después de ese suceso con mi compañero, decidí ir a conversar con la psicóloga de mi colegio, pues ella era la que tenía más cercanía con él, la que podía ayudarme a saber cómo ayudarlo a que socialice más. Ella me había citado a conversar después del recreo. Entré a su oficina y pude observar que tenía diversos cuadros en las paredes; en su mayoría, tenían frases motivadoras y lo que parecía muy extraño, era que cada pared tenía un color distinto.


Después de estar esperando unos quince minutos, llegó ella, y como siempre, me recibió de una muy linda manera. Milagros, la psicóloga, era una persona muy especial y diferente, pues su vestimenta era algo que también resaltaba en ella. Solía vestirse con prendas de diversos colores, muy llamativos. Muchos tenían una visión diferente de lo que era un psicólogo, tal vez como una persona de estilo más discreto, paciente, etcétera y eso, era algo que ella no demostraba.


Las dos nos encontrábamos ya en la oficina, y me seguía sintiendo muy inquieta al observar cada mínimo detalle que tenía la oficina y eso era algo que le generó mucha intriga. Después de unos minutos, me preguntó el por qué de mi curiosidad y de mi impaciencia.


Al principio yo no quería decirle el verdadero motivo, por temor a su respuesta y que lo tomara a mal, pero me demostró tanta confianza que opté por contarle la verdad, y su respuesta fue algo que llamo mucho mi atención, pues me contó que los colores que podía observar en sus paredes y los colores de su vestimenta tenían un significado especial, cada color significaba un caso que ella había tratado y que había significado un momento importante en su vida, y uno de esos colores significaba el de Julio y él era el motivo por el cual me encontraba en su oficina ese día; quería saber la razón de sus acciones y ese día al fin, pude entender todo.


Me lleve una gran sorpresa. Julio padecía del trastorno del síndrome de Asperger, ya llevaba unos cuantos años con esto y sus padres se encontraban muy angustiados, pues el nivel de su enfermedad aumentaba cada vez más, me sentía culpable por no tratarlo de una mejor forma y no hacer que los demás tengan más paciencia con él.


Mis compañeros de colegio lo aislaban y trataban mal, sin saber qué era lo que el tenía y a mi parecer era algo que ellos necesitaban conocer. Milagros empezó a contarme diversas cosas de esta enfermedad y yo tenía muchas preguntas por hacerle, pues no me quedaba claro el total significado de esta enfermedad y cuales eran sus consecuencias.


Ahí es cuando me di cuenta que todos aparentan cosas que no son realmente, un trastorno psicológico no es algo fuera de lo común, solo hay que saber como hablar y dirigirse a la persona que lo padece, pues son realmente sensibles. Los profesores en las escuelas deben estar informados de qué es lo que sus alumnos tienen y saber qué hacer en una emergencia.

Con terapias psicológicas, finalmente, Julio pudo relacionarse, no solamente con gente de nuestra promoción, sino que interactúa más con la gente de su edad y ya no solo con adultos. Entendió que los temas de su interés no era lo único de lo que se podía conversar, también es importante hablar de lo que a las personas les gusta o interesa, y hay que aceptarlo.

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