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¿Por qué procrastinamos?

  • Foto del escritor: Laura Espinoza
    Laura Espinoza
  • 17 may 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 21 jun 2021

Muchos de nosotros hemos postergado nuestras labores por hacer otras cosas que en el momento parecen más importantes. Aquí te contamos todo acerca de este hábito: La procrastinación.





Si alguna vez has retrasado una labor del hogar o una tarea, has puesto para el siguiente día una cita con el dentista o el doctor y nunca encuentras el momento de ordenar esos papeles o arreglar el grifo de la cocina que gotea, tranquilo, no eres el único.


Aplazar tareas o asuntos pendientes, dejar lo que puedes hacer hoy para mañana, es una costumbre muy humana conocida como la procrastinación. Es muy habitual a pesar de que tiene un coste elevado, ya que los retrasos evitables pueden provocar pérdidas de productividad, además de causar estragos emocionales y mermando en la autoestima.


Científicos de la Universidad de Constanza (Alemania) han estudiado a fondo la procrastinación y han llegado a la conclusión que las personas se comportan así porque creen que el día de mañana será más adecuado para poner en práctica lo planeado. También han demostrado que la tendencia a procrastinar es menor si se plantea la tarea en términos muy concretos y específicos.


Lo normal es que se pase por tres etapas distintas durante la procrastinación: una primera etapa de incomodidad por esa actividad que debes hacer, una segunda de ocupación a través de otras actividades menos importantes y una tercera de justificación en la que suele aparecer la famosa frase de "mañana será otro día".


Según diversos estudios, el alivio temporal que sentimos cuando procrastinamos es lo que hace el círculo vicioso. Suspender una tarea brinda alivio inmediato lo cual identificamos como una recompensa y según el conductismo básico cuando somos recompensados tendemos a repetirlo.




Si la procrastinación no es flojera entonces ¿Qué es?


Esa autoconciencia es una pieza clave para entender por qué procrastinar nos hace sentir mal. Cuando procrastinamos, no solo estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea en cuestión, sino también de que hacerlo es probablemente una mala idea. Y aun así, lo hacemos de todas maneras.


La procrastinación no es un defecto del carácter o una maldición misteriosa que ha caído en tu habilidad para administrar el tiempo, sino una manera de enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo negativos generados por ciertas tareas: aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento y más.



“La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión de tiempo”, dijo Tim Pychyl, un profesor de Psicología y miembro del Grupo de Investigación sobre Procrastinación en la Universidad Carleton en Ottawa, Canadá.


En un estudio de 2013, Pychyl y Sirois descubrieron que la procrastinación puede ser entendida como “la primacía de la reparación del estado de ánimo a corto plazo… por encima del objetivo de las acciones planeadas a un plazo más largo”. Explicado de manera sencilla, la procrastinación es enfocarse más en “la urgencia inmediata de administrar los estados de ánimo negativos” que en dedicarse a la tarea, dijo Sirois.


La naturaleza particular de nuestra negación por realizar la actividad depende de la tarea asignada o la situación. Podría ser debido a que la tarea misma es inherentemente poco placentera, como tener que limpiar un baño sucio u organizar una aburrida y larga hoja de cálculo para tu jefe. Sin embargo, también podría resultar de sentimientos más profundos relacionados con la tarea, como dudar de uno mismo, tener baja autoestima, sentir ansiedad o inseguridad.


Cuando fijas la mirada en un documento en blanco, tal vez estás pensando: “No soy lo suficientemente inteligente para escribir esto. Incluso si lo soy, ¿qué opinará la gente de él? Escribir es tan difícil. ¿Qué pasa si lo hago mal?”.


Todo esto puede llevarnos a pensar que hacer a un lado el documento y en cambio limpiar los frascos de la alacena es una muy buena idea.


No obstante, por supuesto, eso solo engloba las asociaciones negativas que tenemos con la tarea, y esos sentimientos todavía estarán ahí cuando volvamos a ella, junto a estrés y ansiedad aumentados, sentimientos de baja autoestima y de culpabilidad.



Creí que cuando procrastinada me sentiría mejor


La procrastinación representa el sesgo del presente, lo que significa que nuestra mente tiene una tendencia de dar prioridad a necesidades a corto plazo envés de dar a las de largo plazo.


“Realmente no fuimos diseñados para pensar hacia adelante en el futuro más lejano porque necesitábamos enfocarnos en proveer para nosotros mismos en el aquí y ahora”, dijo el psicólogo Hal Hershfield, un profesor de Mercadotecnia en la Facultad Anderson de Administración de la Universidad de California en Los Ángeles.


La investigación de Hershfield ha mostrado que, a nivel neuronal, percibimos a nuestros yo del futuro más como extraños que como parte de nosotros mismos. Cuando procrastinamos, hay partes de nuestro cerebro que realmente piensan que las tareas que estamos suspendiendo —y los sentimientos negativos que las acompañan y que nos esperan del otro lado— son problema de alguien más.


Para empeorar las cosas, somos incluso menos capaces de tomar decisiones bien analizadas y orientadas al futuro en medio de una situación de estrés. Cuando nos enfrentamos con una tarea que nos hace sentir ansiosos o inseguros, la amígdala —la parte del cerebro que funciona como “detector de amenazas”— percibe esa tarea como una amenaza genuina, en este caso a nuestra autoestima o nuestro bienestar.


Incluso si intelectualmente reconocemos que suspender la tarea nos creará más estrés en el futuro, nuestros cerebros están todavía conectados para preocuparnos más por eliminar la amenaza en el presente. Los investigadores llaman a esto “secuestrar la amígdala”.


¿Cómo controlamos nuestro deseo por procrastinar?


Te brindaremos 9 consejos para tratar de evitar la procrastinación.


  1. Identifica cuáles son los momentos en los que más procrastinas y tomar consciencia de ello para así reconocerlo y saber atacarlo.

  2. Haz un análisis de qué te está ofreciendo el procrastinar, si bien esto puede dar mucho placer a corto plazo, con el tiempo puede llegar a ser muy perjudicial.

  3. Divide la gran tarea en pequeñas partes para que así no sea tan pesada y puedas medir tu avance.

  4. Date una recompensa, esta puede ser a la mitad de la tarea con un descanso o cuando finalices con algo rico para comer.

  5. Replantea tus pensamientos, cambia el ‘yo tengo que’ y ‘necesito’ por ‘yo elijo hacerlo’ o el ‘yo quiero hacerlo’

  6. Cuenta a los demás lo que vas a hacer, ya que cuando alguien le dice a otra persona que va a hacer algo, se crea un compromiso a sí mismo que lo motiva a cumplir con la tarea "prometida", debido a que el sistema de recompensas del cerebro valora mucho la posición social y, por lo tanto, no quiere quedar como un perezoso ante los demás.

  7. Aprende a decir NO, querer quedar bien con todos te hará quedar mal con muchos y contigo mismo. La próxima vez que te pidan un ¨favor¨ y este pueda interrumpir tu labor, piensa si este te ayudará de un modo u otro a alcanzar tus objetivos a largo plazo.

  8. Administra tu energía, no tu tiempo, tus probabilidades de procrastinar cuando estás agotado o de mal humor, aumentan considerablemente. Por eso, enfócate en trabajar en tus mejores momentos, y para tener muchos ¨mejores momentos¨, descansa lo suficiente, aliméntate bien y ejercítate.

  9. Recuerda tu objetivo con frecuencia, aprovecha tu creatividad, y mantente al tanto de tu objetivo a largo plazo. Pon recordatorios en tu ambiente, así, cuando tengas que realizar tareas que no sean muy motivadoras, recordarás el verdadero fin.


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